sábado, 18 de julio de 2009

Tomamos un chocolate caliente?


Buenas!!...permiso.


¿Cómo están? Gracias por los mails! Aquí estoy.


Hoy hace mucho frío por la extensión argenta de la patagonía y me pareció realmente oportuno invitarles este chocolate caliente, con un poquito de crema arriba y un toque de canela. Podemos acompañarlo con unas galletitas de nuez que son realmente exquisitas. Ya conocen mi debilidad por el chocolate y en estos días se desparramo hasta mi colección de películas buscando esa obra maestra llamada "Como agua para Chocolate". La novela es de una excelente escritora mejicana, Laura Esquivel, quien sin lugar a dudas da muestra de lo encantador del Realismo Mágico mejicano y fue llevada al cine por el que fue su marido y director Alfonso Aráu.

Ya saben que lo mío no es la sinopsis, así que si me permiten, mientras compartimos el chocolate, paso al tema.

Hoy quiero hablar de los mandatos, de su fuerza, de lo subliminal que se puede encontrar en ellos y por supuesto, de su aterradora vigencia. Trataré de referenciarlo desde esta película, sin contar el final. Para quienes la vieron, saben de lo que estoy hablando y para quienes no la vieron, no se la pierdan.

Considero que lo más terrible de los mandatos es su carácter de tradición y en ciertos casos, como en esta película, lo hereditario de los mismos. Esa trascendencia que imprime el legado, es una construcción hegemónica que marca, señala y a la cuál es muy difícil ofrecer resistencia. Esta característica dogmática y transdiscursiva de los mandatos, los transmuta, a mi entender, y permite su vigencia encontrando en el ayer y en el hoy su determinante acción más allá del deseo, de las propias definiciones y de la autonomía, a la que corroe y deteriora de forma abusiva. Todo mandato guarda una estrecha relación con un orden binario, y es posible encontrar allí lo valorativo, es decir, "lo bueno y lo malo" "lo verdadero y lo falso" " el premio y el castigo" y muchos más, seguro recuerdan algunos. Y creo que este es el punto central de la cuestión. Los mandatos son constitutivos, y al decir que me opongo a los mandatos, no digo que planto mi resistencia a los elementos constitutivos de mi ser sino y en todo caso, a su dinámica, a su estructura binaria, dogmática y si me lo permiten, naturalmente hipócrita porque si lo constitutivo niega al ser no es más que eso, un estado no de confusión sino de posicionamiento. Me permito dar lugar aquí, a no quedarnos con la referencia de la hipocresía con esa cierta vaguedad que la cubre y sorprendernos con su derivación del prefijo griego "hipo" debajo y del verbo "Krinein" decidir, y entonces poder descubrir que desde sus orígenes la hipocresía es la incapacidad de decidir, entonces, si lo que es incapaz de decidir nos niega y en forma de mandato nos define, el deber ser sera el sustitutivo del querer y el poder ser.

Nuevamente, quiero aclarar que mi interés es compartir con l@s amig@s cuestiones que llaman mi atención y que me genaran esta necesidad de transmitirlas, que cuando me refiero a género no refuerzo el orden binario de masculino y femenino, que dichas antinomias me resultan vacías de fundamentos y llenas de estereotipos, que no es mi preocupación enervar a ningún machista y que sostengo el diálogo sin jerarquías como verdadera herramienta de conocimiento. En fin, como ya saben, y con mi mayor respeto... Con ustedes Sres "No tengo nada de que hablar."

Desde mi lugar, propongo una verdadera revolución de querer y poder ser, una absoluta despedida a los mandatos hipócritas, el festejo permanente de los sentidos y el destierro de las culpas.

Gente, gracias por leerme y como siempre disfruten del chocolate y de una buena y cálida vida

SOL