lunes, 24 de octubre de 2011

Un poco de aire...

Como verán estuve dando vueltas en mi Córdoba.
No fueron muchos días pero si las ganas que se desparramaron a montones.
Dejo un par de fotos antes de volver al desierto y cuando llegue les cuento un poco más del viaje.





Bailando Descalza.

La vida tiene conmigo esa linda costumbre de invitarme a bailar cuando parece que ya nada suena en mí y la fiesta terminó.
Fueron tantos años preguntándome que sería de vos, tantos escuchándo decirme que me equivoqué, tantos...
No imaginé que simplemente te darías cuenta de que era yo al mirarme.
De repente te vi tan igual, con algunas canas, pero los mismos ojos y la misma sonrisa.
El mundo comenzó a girar bastante rápido y la vida me pegaba un empujón para que vea las fotos de tus hijos, escucharte decir que pensaste en mí y que lograste tener la tierra con tu propia montaña... parece que te regalé un sueño que aún yo no olvidé.
La pena por alguna tristeza tonta que suele distraerme de lo necesario, se esfumó junto con las razones y los recuerdos, solo un vaivén de mi leve conciencia me mantenía completamente perdida en mí, si es que esa era yo.
Me di cuenta en un instante que recuerdos tengo muchos, muchísimos, pero verdades, solo algunas.
Tal vez debería haberte dicho que tenías razón y esa tarde me estaba equivocando, pero era tan obvio que sobraban las palabras.
Me llevo la alegría de saber que sos el mismo y que tenés tu puesto en el paseo de los artesanos y tu propia montaña, me llevo también las cosas que te devolví tan tontamente esa tarde y no pienso quitar de mi cuello.
Donde la realidad y el arte se juntan y comienza a sonar mi música, allí estoy, bailando descalza con la vida.

lunes, 3 de octubre de 2011

Una cajita de recuerdos

Cuando estoy sola en casa, escucho los Beatles con Papá. Le canto canciones a mamá y la hago enojar con alguna pavada. Muerdo a mi hermana Licha y me encierro en la pieza con Twist and shouts al mango, bailo como loca doy vueltas con Oh! Darling… y me tiro en la cama.
Después me levanto, corro a la heladera a buscar algo para comer, vuelvo a mi cuarto y me pongo a pintar.
No dejo de ser “Yo…la peor de todas”, la que se ríe a carcajadas o llora por cualquier pavada.
La flaca patita de tero, la popotitos, la firafa, la nena de papá, el insomnio de mamá, la Ole de mi hermana.
Una hojita que desprendió el viento del sur, una cajita llena de recuerdos.
Soy cada verano en el campo, andando a caballo hasta sentir que el viento me acaricia el alma.
Soy la guitarra que suena el fin de semana, las teclas de la máquina de escribir cuando todos duermen.
Soy las noches de primavera esperando que Kike llegue y me llame por teléfono y hablemos horas y horas jurando que cada uno quiere más al otro.
Soy una infancia de dulces caseros, de ladrillos calentitos en la cama, de noticiosos y tardes de piano, de vestiditos blancos y moños grandes.
Sigo siendo “At My most Beautiful” la canción de REM que seguro le gusta al hombre de mis sueños.
Sigo siendo mi mejor versión de “Orgullo y Prejuicio”
Sigo siendo la que prefiere una tarde a la orilla del rio pensando en cosas impensadas.
Sigo siendo yo, la que dibuja sus circunstancias.
Y así, cada día recuerdo que ésta soy yo, la que siempre fue la que es.
La alocadamente feliz, que tanto los ama.

Sole

domingo, 2 de octubre de 2011

La Sole y el Mate.

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda: '¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde:
'Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da.
La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos.
No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. Es querible la compañia.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

Gracias!!! por mandarme esto y por bancar mis mates.  
Así es... Y ya mismo pongo el agua y nos tomamos unos matecitos.
Soledad